Según un estudio reciente, las personas que consumen sodas o bebidas gaseosas a diario son más propensas a contraer enfermedades cardiovasculares.
Esto se da porque el hábito de la gaseosa incrementa el riesgo de desarrollar una condición conocida como síndrome metabólico, lo que exacerba considerablemente los riesgos de padecer cardiopatías o diabetes.
El estudio sobre las sodas y el síndrome metabólico
El Dr. Ramachandran Vasan -profesor de la facultad de medicina de la Universidad de Boston- y sus colegas evaluaron cerca de 3.500 hombres y mujeres participantes en el Framingham Offspring Study. El estudio Offspring se inició en 1971 en 5124 personas, y fue la continuación del Framingham Heart Study, lanzado en 1948.
Este estudio fue publicado en “Circulation” de la American Heart Association (“Soft Drink Consumption and Risk of Developing Cardiometabolic Risk Factors and the Metabolic Syndrome in Middle-Aged Adults in the Community”- Circulation 116: 480 -488; published online before print as doi:10.1161).
Las preguntas sobre los refrigerios y sobre otros hábitos dietarios fueron efectuadas en tres períodos diferentes del examen: desde 1987 a 1991, de 1991 a 1995, y de 1995 a 1998. El promedio de edad de quienes respondieron los cuestionarios, considerando los tres períodos de la investigación, era de 53 años.
Los investigadores encontraron, durante el primer período de examen, que aquellos que ingirieron una o más gaseosas tenían una prevalencia incrementada del 48% de síndrome metabólico en comparación con aquellos que habían bebido menos de una al día.
En consecuencia, los investigadores comenzaron a observar al consumo de gaseosas y al riesgo de las personas de desarrollar cada uno de los cinco criterios del síndrome metabólico.
Aparte de la presión arterial elevada, el riesgo de desarrollar los otros cuatro factores se incrementó entre un 20% y un 30% con una sola gaseosa al día. Asimismo, los investigadores encontraron una tendencia hacia un riesgo incrementado de desarrollar hipertensión con el consumo de gaseosas, pero no fue demasiado como para considerarlo significativo.
En resumen, incluso una soda al día incrementa el riesgo de desarrollar síndrome metabólico en un 50%
No obstante, otros expertos afirman que son muchos los factores de riesgo de la enfermedad cardiaca y que no existe suficiente evidencia como para culpar directamente a las gaseosas.
Para ser diagnosticado de síndrome metabólico, una persona debe reunir tres de estos cinco criterios: hipertensión, triglicéridos elevados, bajos niveles de colesterol HDL (que protege las arterias), altos niveles de glucosa en ayunas y circunferencia excesiva de la cintura.
Sin embargo, este estudio aporta fuerte evidencia científica de que las bebidas endulzadas con azúcar incrementan el riesgo de síndrome metabólico. Y hay que recordar que ya se ha vinculado el incremento del consumo de bebidas dulces a la epidemia de obesidad y a la diabetes entre niños y adolescentes, y al desarrollo de hipertensión en personas adultas.
Después de desayunar, bebes un vaso de gaseosa y partes hacia el trabajo. Te tomas una gaseosa pequeña al mediodía con tu almuerzo y por las tardes acompañas un snack con unos cuantos sorbos de esa soda que tanto te gusta. Y por las noches… déjame adivinar con qué bebida cenas…
Esto se da porque el hábito de la gaseosa incrementa el riesgo de desarrollar una condición conocida como síndrome metabólico, lo que exacerba considerablemente los riesgos de padecer cardiopatías o diabetes.
El estudio sobre las sodas y el síndrome metabólico
El Dr. Ramachandran Vasan -profesor de la facultad de medicina de la Universidad de Boston- y sus colegas evaluaron cerca de 3.500 hombres y mujeres participantes en el Framingham Offspring Study. El estudio Offspring se inició en 1971 en 5124 personas, y fue la continuación del Framingham Heart Study, lanzado en 1948.
Este estudio fue publicado en “Circulation” de la American Heart Association (“Soft Drink Consumption and Risk of Developing Cardiometabolic Risk Factors and the Metabolic Syndrome in Middle-Aged Adults in the Community”- Circulation 116: 480 -488; published online before print as doi:10.1161).
Las preguntas sobre los refrigerios y sobre otros hábitos dietarios fueron efectuadas en tres períodos diferentes del examen: desde 1987 a 1991, de 1991 a 1995, y de 1995 a 1998. El promedio de edad de quienes respondieron los cuestionarios, considerando los tres períodos de la investigación, era de 53 años.
Los investigadores encontraron, durante el primer período de examen, que aquellos que ingirieron una o más gaseosas tenían una prevalencia incrementada del 48% de síndrome metabólico en comparación con aquellos que habían bebido menos de una al día.
En consecuencia, los investigadores comenzaron a observar al consumo de gaseosas y al riesgo de las personas de desarrollar cada uno de los cinco criterios del síndrome metabólico.
Aparte de la presión arterial elevada, el riesgo de desarrollar los otros cuatro factores se incrementó entre un 20% y un 30% con una sola gaseosa al día. Asimismo, los investigadores encontraron una tendencia hacia un riesgo incrementado de desarrollar hipertensión con el consumo de gaseosas, pero no fue demasiado como para considerarlo significativo.
En resumen, incluso una soda al día incrementa el riesgo de desarrollar síndrome metabólico en un 50%
No obstante, otros expertos afirman que son muchos los factores de riesgo de la enfermedad cardiaca y que no existe suficiente evidencia como para culpar directamente a las gaseosas.
Para ser diagnosticado de síndrome metabólico, una persona debe reunir tres de estos cinco criterios: hipertensión, triglicéridos elevados, bajos niveles de colesterol HDL (que protege las arterias), altos niveles de glucosa en ayunas y circunferencia excesiva de la cintura.
Sin embargo, este estudio aporta fuerte evidencia científica de que las bebidas endulzadas con azúcar incrementan el riesgo de síndrome metabólico. Y hay que recordar que ya se ha vinculado el incremento del consumo de bebidas dulces a la epidemia de obesidad y a la diabetes entre niños y adolescentes, y al desarrollo de hipertensión en personas adultas.
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