Me molesta que mis amigas me obliguen a comer. Me dicen que me veo muy flaca. Mejor no voy a su casa, porque su mamá me va hacer comer. Este puede ser el diálogo interno de una niña o adolescente con un trastorno alimenticio. Una de las consecuencias es la pérdida de amistades y el recurso a la mentira.
Quien padece anorexia tiene un fuerte trastorno en la percepción. “La persona deja de comer y baja de peso considerablemente. Los pantalones le queden grandes, pero se sigue viendo gorda frente al espejo”, explica la psicóloga Alicia Otero. La comida y la cantidad de calorías que ingiere es una obsesión.
Quien padece anorexia tiene un fuerte trastorno en la percepción. “La persona deja de comer y baja de peso considerablemente. Los pantalones le queden grandes, pero se sigue viendo gorda frente al espejo”, explica la psicóloga Alicia Otero. La comida y la cantidad de calorías que ingiere es una obsesión.
En el caso de bulimia, hay un descontrol en los hábitos alimenticios. Son periodos de atracones de comida seguidas de purgas extremas con laxantes, deportes en exceso o vómitos provocados. Sin embargo, ambos trastornos no se quedan en el peso, sino que generan un desorden a nivel cognitivo o de ideas.
Aparecen pensamientos mágicos en relación al peso. Ideas como si soy flaca me van a querer más, voy a ser más inteligente, más querida por mis amigas o voy a tener éxito profesional. “La persona pone su seguridad en el peso al que le da una fuerza como mágica para hacer la diferencia entre la felicidad e infelicidad”, dijo.
Empiezan las comparaciones: que si soy más delgada que ella, soy mejor o si estoy más gorda, entonces soy peor. Además de la depresión, la salud se afecta: menstruaciones irregulares o ausentes, dificultad para dormir, mayor irritabilidad, aparecen vellosidades, problemas de estreñimiento y en los dientes.
¿Dónde se origina el problema?
Según Otero, las personas más propensas a sufrir estos trastornos eran las adolescentes de 18 o más años, pero ahora se presentan en escolares de 13 o 14 años, incluso puede haber casos aislados en niñas de seis o siete años. Las causas son varias, pero el factor cultural es el que ha adquirido mayor relevancia en nuestro tiempo.
“Culturalmente hay un input muy fuerte por la delgadez. Eso es lo bello, lo atractivo, lo femenino. Esto se ve en algunas marcas de ropa de moda con tallas muy pequeñas que a menos que seas muy delgada podrás usar. También se ve en cómo ir al gimnasio se ha convertido en una actividad casi obligatoria”, enfatizó.
Se sabe que iniciar dietas a temprana edad puede propiciar estos trastornos en los jóvenes. Por ello, Otero recomendó que niños y adolescentes no sigan dietas, a menos que exista sobrepeso u obesidad. En ese caso, deben tratarse de manera profesional con un médico o endocrinólogo y no solo con el nutricionista.
“Si el niño está subido de peso, no recomiendo que siga una dieta estricta con horarios, sino que aprenda buenos hábitos alimenticios. Que evite picar entre comidas, ingerir exceso de grasa y harinas, que se siente a la mesa y coma con protocolo, con tenedor y cuchillo, sin generar ansiedad frente a la comida”, increpó.
Si bien existen factores genéticos que predisponen a padecer estos trastornos, también existen dificultades emocionales que propician cuadros anorexia o bulimia como la baja autoestima, no aceptarse uno mismo, inseguridad, ser demasiado perfeccionista y autoexigente o tener pocas habilidades sociales.
Los trastornos alimenticios requieren de un enfoque multidisciplinario. Según Otero, “el psiquiatra diagnostica y ayuda con la intervención del nutricionista y del psicólogo clínico”. Por su parte, los padres deben transmitir su preocupación a sus hijos, escucharlos, evitar criticarlos y ofrecerles la ayuda necesaria.
Claves para detectar el problema en los hijos
- Si el adolescente baja mucho de peso.
- Conductas alimentaria extrañas como comer de pie, cortar los alimentos en trozos pequeños para que parezca más, esconder la comida o no querer ir a ciertas casas.
- Comer con mucha ansiedad sin diferenciar los alimentos, comer de la olla o sin calentar la comida.
- Comer muy despacio y esperar a que los demás se retiren de la mesa para recién terminar el plato.
- Si en el colegio dan voz de alarma, los padres deben evitar entrar en pánico y observar al menor: si hay vómitos, si come o no come.
Aparecen pensamientos mágicos en relación al peso. Ideas como si soy flaca me van a querer más, voy a ser más inteligente, más querida por mis amigas o voy a tener éxito profesional. “La persona pone su seguridad en el peso al que le da una fuerza como mágica para hacer la diferencia entre la felicidad e infelicidad”, dijo.
Empiezan las comparaciones: que si soy más delgada que ella, soy mejor o si estoy más gorda, entonces soy peor. Además de la depresión, la salud se afecta: menstruaciones irregulares o ausentes, dificultad para dormir, mayor irritabilidad, aparecen vellosidades, problemas de estreñimiento y en los dientes.
¿Dónde se origina el problema?
Según Otero, las personas más propensas a sufrir estos trastornos eran las adolescentes de 18 o más años, pero ahora se presentan en escolares de 13 o 14 años, incluso puede haber casos aislados en niñas de seis o siete años. Las causas son varias, pero el factor cultural es el que ha adquirido mayor relevancia en nuestro tiempo.
“Culturalmente hay un input muy fuerte por la delgadez. Eso es lo bello, lo atractivo, lo femenino. Esto se ve en algunas marcas de ropa de moda con tallas muy pequeñas que a menos que seas muy delgada podrás usar. También se ve en cómo ir al gimnasio se ha convertido en una actividad casi obligatoria”, enfatizó.
Se sabe que iniciar dietas a temprana edad puede propiciar estos trastornos en los jóvenes. Por ello, Otero recomendó que niños y adolescentes no sigan dietas, a menos que exista sobrepeso u obesidad. En ese caso, deben tratarse de manera profesional con un médico o endocrinólogo y no solo con el nutricionista.
“Si el niño está subido de peso, no recomiendo que siga una dieta estricta con horarios, sino que aprenda buenos hábitos alimenticios. Que evite picar entre comidas, ingerir exceso de grasa y harinas, que se siente a la mesa y coma con protocolo, con tenedor y cuchillo, sin generar ansiedad frente a la comida”, increpó.
Si bien existen factores genéticos que predisponen a padecer estos trastornos, también existen dificultades emocionales que propician cuadros anorexia o bulimia como la baja autoestima, no aceptarse uno mismo, inseguridad, ser demasiado perfeccionista y autoexigente o tener pocas habilidades sociales.
Los trastornos alimenticios requieren de un enfoque multidisciplinario. Según Otero, “el psiquiatra diagnostica y ayuda con la intervención del nutricionista y del psicólogo clínico”. Por su parte, los padres deben transmitir su preocupación a sus hijos, escucharlos, evitar criticarlos y ofrecerles la ayuda necesaria.
Claves para detectar el problema en los hijos
- Si el adolescente baja mucho de peso.
- Conductas alimentaria extrañas como comer de pie, cortar los alimentos en trozos pequeños para que parezca más, esconder la comida o no querer ir a ciertas casas.
- Comer con mucha ansiedad sin diferenciar los alimentos, comer de la olla o sin calentar la comida.
- Comer muy despacio y esperar a que los demás se retiren de la mesa para recién terminar el plato.
- Si en el colegio dan voz de alarma, los padres deben evitar entrar en pánico y observar al menor: si hay vómitos, si come o no come.
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