Un estudio del economista Jason Childs, de la Universidad de Regina (Canadá), descubre los factores que influyen en la probabilidad de mentir cuando hay dinero de por medio y pone al descubierto los rasgos de personalidad de los más proclives a ello.
En el experimento participaron estudiantes matriculados en la asignatura de Introducción a la economía que, después de proporcionar información biográfica básica, fueron divididos en parejas, después de lo cual se les asignaron papeles de "remitente" y "receptor".
A los remitentes les dijeron que cada pareja recibirá un total de dos pagos: de 5 y 15 dólares en algunos casos, y de 5 y 7 dólares en otros. Ellos recibirían una de las cantidades, mientras que los receptores se quedarían con la otra. Después les pidieron que enviaran un mensaje al receptor, que se encontraba en una sala cercana, informándole de qué cantidad era mayor. El receptor, probablemente, optaría entonces por quedarse con la parte más lucrativa, dejando al remitente con la cantidad más pequeña.
¿Pero quién miente más cuando hay lucro de por medio? "Encontramos que el sexo, la edad, el promedio de calificaciones, la deuda estudiantil, el tamaño de renta, el nivel socioeconómico y el tiempo promedio dedicado a la religión no estaban relacionados con la decisión de mentir", dijo Childs citado por la revista ‘Pacific Standard’.
Los más propensos a mentir resultaron ser:
- Los estudiantes de administración de empresas. "Podría ser que estos estudiantes son más propensos a la mentira por naturaleza o por formación", escribe Childs. "También podría ser que los individuos fuertemente motivados por las ganancias financieras y, por lo tanto, más propensos a mentir por una recompensa monetaria, tienen más posibilidades de obtener una formación en los negocios", agrega.
- Estudiantes de padres divorciados. Tal vez crean que, como han sido engañados y frustrados por no tener una infancia feliz, está bien mentir.
- Aquellos para quienes la religión era lo más importante de su vida. "Esto es sorprendente", reconoce Childs. Según él, como la mayoría de las religiones suele "promover la honestidad como una virtud", los "estudiantes para quienes la religión era importante, quizás, se sientan ajenos a otros estudiantes de esta universidad" y, por lo tanto, se sienten menos obligados a ser honestos con ellos.
En el experimento participaron estudiantes matriculados en la asignatura de Introducción a la economía que, después de proporcionar información biográfica básica, fueron divididos en parejas, después de lo cual se les asignaron papeles de "remitente" y "receptor".
A los remitentes les dijeron que cada pareja recibirá un total de dos pagos: de 5 y 15 dólares en algunos casos, y de 5 y 7 dólares en otros. Ellos recibirían una de las cantidades, mientras que los receptores se quedarían con la otra. Después les pidieron que enviaran un mensaje al receptor, que se encontraba en una sala cercana, informándole de qué cantidad era mayor. El receptor, probablemente, optaría entonces por quedarse con la parte más lucrativa, dejando al remitente con la cantidad más pequeña.
¿Pero quién miente más cuando hay lucro de por medio? "Encontramos que el sexo, la edad, el promedio de calificaciones, la deuda estudiantil, el tamaño de renta, el nivel socioeconómico y el tiempo promedio dedicado a la religión no estaban relacionados con la decisión de mentir", dijo Childs citado por la revista ‘Pacific Standard’.
Los más propensos a mentir resultaron ser:
- Los estudiantes de administración de empresas. "Podría ser que estos estudiantes son más propensos a la mentira por naturaleza o por formación", escribe Childs. "También podría ser que los individuos fuertemente motivados por las ganancias financieras y, por lo tanto, más propensos a mentir por una recompensa monetaria, tienen más posibilidades de obtener una formación en los negocios", agrega.
- Estudiantes de padres divorciados. Tal vez crean que, como han sido engañados y frustrados por no tener una infancia feliz, está bien mentir.
- Aquellos para quienes la religión era lo más importante de su vida. "Esto es sorprendente", reconoce Childs. Según él, como la mayoría de las religiones suele "promover la honestidad como una virtud", los "estudiantes para quienes la religión era importante, quizás, se sientan ajenos a otros estudiantes de esta universidad" y, por lo tanto, se sienten menos obligados a ser honestos con ellos.
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