La convivencia suele verse como el alcance de la madurez para una pareja. Sin embargo, en el día a día aparecen otros problemas, y nuestra pareja se convierte en el testigo de facetas que no nos parecen buenas. El conocimiento personal que cada uno tenga de sí mismo y la madurez psicológica influyen para que la empresa llegue a buen puerto.
Cada miembro de la pareja aporta su visión de la convivencia, adquirida, por lo general, en su familia de origen. El tipo de relación que el cónyuge mantiene con ella es un dato importante porque, a veces, advierte demasiado tarde que no solo se ha casado con su novio, sino con su familia.
Una pareja que se ama tiene desencuentros. Los primeros, curiosamente, están relacionados con lo que motivó la elección de esa pareja. Nuestras elecciones amorosas son enigmáticas, porque provienen de poderosos impulsos inconscientes que, aun perteneciéndonos, nos son desconocidos. En los pequeños desencuentros podemos aprender mucho de nosotras mismas.
Una feliz convivencia consiste en superar con éxito los pequeños conflictos diarios. En no rehuir las múltiples dificultades con las que nos encontramos, sino en hablarlas e intentar resolverlas. Cada poco tiempo conviene revisar si los acuerdos que habíamos hecho se están cumpliendo o es preciso cambiarlos. Para tener éxito y no recorrer el camino que va de la desilusión al desencanto, conviene:
* Aceptar las diferencias como algo enriquecedor.
* No pedir al otro más de lo que nos pedimos a nosotros. Los defectos también unen.
* Si surgen conflictos, mirar al pasado y ver si reeditamos una situación antigua.
* El diálogo es fundamental: permite una buena adaptación, evita malentendidos y aclara situaciones.
* No irse a dormir sin haber solucionado las diferencias, evitará rencores o la acumulación de tensiones en la pareja.
Cada miembro de la pareja aporta su visión de la convivencia, adquirida, por lo general, en su familia de origen. El tipo de relación que el cónyuge mantiene con ella es un dato importante porque, a veces, advierte demasiado tarde que no solo se ha casado con su novio, sino con su familia.
Una pareja que se ama tiene desencuentros. Los primeros, curiosamente, están relacionados con lo que motivó la elección de esa pareja. Nuestras elecciones amorosas son enigmáticas, porque provienen de poderosos impulsos inconscientes que, aun perteneciéndonos, nos son desconocidos. En los pequeños desencuentros podemos aprender mucho de nosotras mismas.
Una feliz convivencia consiste en superar con éxito los pequeños conflictos diarios. En no rehuir las múltiples dificultades con las que nos encontramos, sino en hablarlas e intentar resolverlas. Cada poco tiempo conviene revisar si los acuerdos que habíamos hecho se están cumpliendo o es preciso cambiarlos. Para tener éxito y no recorrer el camino que va de la desilusión al desencanto, conviene:
* Aceptar las diferencias como algo enriquecedor.
* No pedir al otro más de lo que nos pedimos a nosotros. Los defectos también unen.
* Si surgen conflictos, mirar al pasado y ver si reeditamos una situación antigua.
* El diálogo es fundamental: permite una buena adaptación, evita malentendidos y aclara situaciones.
* No irse a dormir sin haber solucionado las diferencias, evitará rencores o la acumulación de tensiones en la pareja.