Así se conoce al artefacto de madera y metal con vaga forma de figura humana femenina que se usaba para torturar y ejecutar. Medía más de dos metros de altura, por lo que podía contener a un hombre grande.
El verdadero peligro de la Doncella de Hierro, que semejaba un ataúd vertical con dos puertas que se abrían para alojar a los desdichados prisioneros, eran los afilados hierros ocultos en su interior. Esos punzantes y oxidados clavos estaban dispuestos de manera que se ensartaban en diversas partes del cuerpo –brazos, piernas, ojos, pene– en cuanto la doble puerta se cerraba, pero sin afectar a los órganos vitales, lo que alargaba horriblemente el martirio.
El verdadero peligro de la Doncella de Hierro, que semejaba un ataúd vertical con dos puertas que se abrían para alojar a los desdichados prisioneros, eran los afilados hierros ocultos en su interior. Esos punzantes y oxidados clavos estaban dispuestos de manera que se ensartaban en diversas partes del cuerpo –brazos, piernas, ojos, pene– en cuanto la doble puerta se cerraba, pero sin afectar a los órganos vitales, lo que alargaba horriblemente el martirio.