Los introvertidos y extrovertidos pueden parecer, en principio, similares, pero al observar cómo responden a las situaciones del día a día, las diferencias entre ellos afloran.
El pasado mes de octubre, Melissa Dahl, redactora de la revista Science of Us, informó de los descubrimientos del psicólogo Brian Little sobre la ciencia de la personalidad en su último libro Me, Myself, and Us: The Science of Personality and the Art of Well-Being [Yo, yo mismo y nosotros: la ciencia de la personalidad y el arte del bienestar], en el que muestra que los introvertidos deberían evitar la cafeína antes de una reunión o un acontecimiento importante.
Little menciona la teoría de la extroversión de Hans Eysenck y las investigaciones de William Revelle de la Universidad de Northwestern, y explica que los introvertidos y extrovertidos se diferencian en su capacidad de respuesta y su estado de alerta según el entorno. Una sustancia o un olor que sobreestimula el sistema nervioso de un introvertido (que no está demasiado acostumbrado) podría agobiarle o agotarle, en lugar de espabilarle.
Huyen de las multitudes.
“Al acabar el siglo XX, nos introdujimos en una nueva cultura que los historiadores llaman cultura de la personalidad”, afirmaba Cain en su charla de TED. “Hemos evolucionado de la economía agraria a un mundo de grandes empresas, y de repente la gente empieza a mudarse de los pueblos a las ciudades, y en vez de trabajar con la gente de toda la vida, ahora tienen que hacerse valer en medio de una multitud de desconocidos”.
Esa multitud, a menudo ruidosa y apelotonada, sobreestimula con facilidad a los introvertidos y agota su energía física. Al final, acaban sintiéndose físicamente aislados, sin apoyo a su alrededor. Preferirían salir de ese mar de gente.
Las conversaciones para salir del paso les estresan, mientras que una profunda charla les hace sentirse vivos.
Aunque la mayoría de los extrovertidos aumentan su energía con este tipo de interacciones, los introvertidos suelen sentirse intimidados, aburridos o exhaustos. Resulta común que los introvertidos adopten el papel del que escucha y reflexiona. Como explica Sophia Dembling en su libro The Introvert’s Way: Living A Quiet Life In A Noisy World [La forma de ser del introvertido: una vida tranquila en un mundo ruidoso], al final se resume en cómo una persona recibe (o no recibe) la energía de su entorno. En general, los introvertidos prefieren las conversaciones profundas, a menudo sobre ideas filosóficas.
Tienen éxito sobre el escenario… pero no en los saludos de después.
“Al menos la mitad de las personas que se ganan la vida hablando en público son de naturaleza introvertida”, según Jennifer B. Kahnweiler, asesora ejecutiva y autora de Quiet Influence: The Introvert’s Guide to Making a Difference [Influencia discreta: la guía del introvertido para marcar la diferencia]. Simplemente, aprovechan sus fuerzas y se preparan bien. De hecho, algunos de los actores más reconocidos son introvertidos. Estar sobre el escenario, lejos del público, les parece mucho más fácil que las conversaciones obligadas que van después.
Se distraen fácilmente, pero rara vez se aburren.
Si quieres destruir la capacidad de atención de una persona introvertida, ponla en una situación en la que se sienta sobreestimulada. Debido al incremento de sensibilidad hacia su alrededor, los introvertidos se enfrentan a la distracción y a veces se abruman en grandes multitudes y espacios abiertos.
Sin embargo, cuando están tranquilos y en silencio, no tienen ningún problema para dedicar horas a su hobby favorito o a un nuevo libro. Tener ese tiempo para preocuparse de sí mismos les ayuda a recargar las pilas a la vez que se dedican a una actividad de la que ya disfrutan.
Por naturaleza se sienten atraídos por las carreras más creativas, detallistas y solitarias.
Los introvertidos prefieren pasar tiempo a solas o en pequeños grupos, dedicarse en profundidad a una tarea y tomarse su tiempo para llegar a una conclusión y resolver problemas. Por lo tanto, se sienten mejor en ambientes de trabajo que les permiten hacer todas estas cosas. Algunas profesiones, como los escritores, los científicos naturalistas y los técnicos detrás de las cámaras, pueden proporcionar a los introvertidos el estímulo intelectual que necesitan sin el ambiente que les distrae y que no les gusta.
Cuando están rodeados de gente, se colocan cerca de una salida.
Los introvertidos no sólo se sienten físicamente incómodos en lugares abarrotados, sino que hacen todo lo posible por remediar esa incomodidad situándose lo más cerca posible de la periferia. Ya sea cerca de una salida, al fondo en un concierto, o en la fila del pasillo en un avión, siempre evitan estar rodeados de gente, de acuerdo con Dembling.
“Tendemos a sentarnos en un lugar de fácil salida”, explicaba Dembling a nuestros compañeros de la edición estadounidense de The HuffPost.
Piensan antes de hablar.
Este hábito de los introvertidos es lo que les hace ganar su reputación como buenos oyentes. Su instinto les lleva a tomarse su tiempo para reflexionar antes de abrir la boca, en vez de pensarlo en voz alta (que resulta más común entre los extrovertidos). Quizá parezcan más callados y tímidos por su actitud, pero esto sólo significa que cuando hablan, las palabras que comparten conllevan mucha más deliberación y, a veces, también mucho más poder.
No se contagian del humor del ambiente con tanta facilidad como los extrovertidos.
Un estudio de 2013 publicado en la revista Frontiers in Human Neuroscience descubrió que los extrovertidos y los introvertidos procesan las experiencias a través de los centros de recompensa del cerebro de forma muy diferente. Mientras que los extrovertidos experimentan un brote de dopamina y buen humor de su alrededor, los introvertidos no lo tienen tan fácil. De hecho, los introvertidos por naturaleza no procesan las recompensas por parte de factores externos con la misma potencia con la que lo hacen los extrovertidos.
El pasado mes de octubre, Melissa Dahl, redactora de la revista Science of Us, informó de los descubrimientos del psicólogo Brian Little sobre la ciencia de la personalidad en su último libro Me, Myself, and Us: The Science of Personality and the Art of Well-Being [Yo, yo mismo y nosotros: la ciencia de la personalidad y el arte del bienestar], en el que muestra que los introvertidos deberían evitar la cafeína antes de una reunión o un acontecimiento importante.
Little menciona la teoría de la extroversión de Hans Eysenck y las investigaciones de William Revelle de la Universidad de Northwestern, y explica que los introvertidos y extrovertidos se diferencian en su capacidad de respuesta y su estado de alerta según el entorno. Una sustancia o un olor que sobreestimula el sistema nervioso de un introvertido (que no está demasiado acostumbrado) podría agobiarle o agotarle, en lugar de espabilarle.
Huyen de las multitudes.
“Al acabar el siglo XX, nos introdujimos en una nueva cultura que los historiadores llaman cultura de la personalidad”, afirmaba Cain en su charla de TED. “Hemos evolucionado de la economía agraria a un mundo de grandes empresas, y de repente la gente empieza a mudarse de los pueblos a las ciudades, y en vez de trabajar con la gente de toda la vida, ahora tienen que hacerse valer en medio de una multitud de desconocidos”.
Esa multitud, a menudo ruidosa y apelotonada, sobreestimula con facilidad a los introvertidos y agota su energía física. Al final, acaban sintiéndose físicamente aislados, sin apoyo a su alrededor. Preferirían salir de ese mar de gente.
Las conversaciones para salir del paso les estresan, mientras que una profunda charla les hace sentirse vivos.
Aunque la mayoría de los extrovertidos aumentan su energía con este tipo de interacciones, los introvertidos suelen sentirse intimidados, aburridos o exhaustos. Resulta común que los introvertidos adopten el papel del que escucha y reflexiona. Como explica Sophia Dembling en su libro The Introvert’s Way: Living A Quiet Life In A Noisy World [La forma de ser del introvertido: una vida tranquila en un mundo ruidoso], al final se resume en cómo una persona recibe (o no recibe) la energía de su entorno. En general, los introvertidos prefieren las conversaciones profundas, a menudo sobre ideas filosóficas.
“Al menos la mitad de las personas que se ganan la vida hablando en público son de naturaleza introvertida”, según Jennifer B. Kahnweiler, asesora ejecutiva y autora de Quiet Influence: The Introvert’s Guide to Making a Difference [Influencia discreta: la guía del introvertido para marcar la diferencia]. Simplemente, aprovechan sus fuerzas y se preparan bien. De hecho, algunos de los actores más reconocidos son introvertidos. Estar sobre el escenario, lejos del público, les parece mucho más fácil que las conversaciones obligadas que van después.
Se distraen fácilmente, pero rara vez se aburren.
Si quieres destruir la capacidad de atención de una persona introvertida, ponla en una situación en la que se sienta sobreestimulada. Debido al incremento de sensibilidad hacia su alrededor, los introvertidos se enfrentan a la distracción y a veces se abruman en grandes multitudes y espacios abiertos.
Sin embargo, cuando están tranquilos y en silencio, no tienen ningún problema para dedicar horas a su hobby favorito o a un nuevo libro. Tener ese tiempo para preocuparse de sí mismos les ayuda a recargar las pilas a la vez que se dedican a una actividad de la que ya disfrutan.
Por naturaleza se sienten atraídos por las carreras más creativas, detallistas y solitarias.
Los introvertidos prefieren pasar tiempo a solas o en pequeños grupos, dedicarse en profundidad a una tarea y tomarse su tiempo para llegar a una conclusión y resolver problemas. Por lo tanto, se sienten mejor en ambientes de trabajo que les permiten hacer todas estas cosas. Algunas profesiones, como los escritores, los científicos naturalistas y los técnicos detrás de las cámaras, pueden proporcionar a los introvertidos el estímulo intelectual que necesitan sin el ambiente que les distrae y que no les gusta.
Cuando están rodeados de gente, se colocan cerca de una salida.
Los introvertidos no sólo se sienten físicamente incómodos en lugares abarrotados, sino que hacen todo lo posible por remediar esa incomodidad situándose lo más cerca posible de la periferia. Ya sea cerca de una salida, al fondo en un concierto, o en la fila del pasillo en un avión, siempre evitan estar rodeados de gente, de acuerdo con Dembling.
“Tendemos a sentarnos en un lugar de fácil salida”, explicaba Dembling a nuestros compañeros de la edición estadounidense de The HuffPost.
Piensan antes de hablar.
Este hábito de los introvertidos es lo que les hace ganar su reputación como buenos oyentes. Su instinto les lleva a tomarse su tiempo para reflexionar antes de abrir la boca, en vez de pensarlo en voz alta (que resulta más común entre los extrovertidos). Quizá parezcan más callados y tímidos por su actitud, pero esto sólo significa que cuando hablan, las palabras que comparten conllevan mucha más deliberación y, a veces, también mucho más poder.
No se contagian del humor del ambiente con tanta facilidad como los extrovertidos.
Un estudio de 2013 publicado en la revista Frontiers in Human Neuroscience descubrió que los extrovertidos y los introvertidos procesan las experiencias a través de los centros de recompensa del cerebro de forma muy diferente. Mientras que los extrovertidos experimentan un brote de dopamina y buen humor de su alrededor, los introvertidos no lo tienen tan fácil. De hecho, los introvertidos por naturaleza no procesan las recompensas por parte de factores externos con la misma potencia con la que lo hacen los extrovertidos.
Comentarios
Publicar un comentario